lunes, 1 de agosto de 2016

Liga de la Justicia: Ciudad de Metal. Capítulo 1

Orígenes

El viento corría torrencialmente ese día, pero igualmente me aventuré a la tienda. Las calles estaban casi vacías, solo interrumpidas por algún transeúnte que se dirigía a su casa o al trabajo con un paso apresurado y apenas molestándose en mirar a los demás. El cielo volvía a teñirse del color dorado característico, era casi como si los edificios de la ciudad se bañaran de oro, uno con tonos de rojo, como ocurría en los espectáculos de la tarde. Miraba el suelo mientras caminaba, mi padre dice que lo hago porque no me gusta ver a las persones, como si sufriera, yo sinceramente no lo sé, tal vez solo lo hago para ver mis pies, no podría decirlo.
Los periódicos en el suelo demostraban el poco interés que tenía la gente por las noticias de esos días, pude entrever un trozo de uno de ellos, pero solo logré distinguir la sección de historietas, aquellas con la Gran Liga de la Justicia, en realidad nadie pone mucho interés en esas viejas historias, aunque sean el símbolo de justicia y las grandes figuras del país, difícilmente logran formar parte de nuestra identidad como sociedad, es cierto: son nuestros antepasados, no obstante la repetitiva historia que nos han enseñado a todos desde niños se ha vuelo tediosa y antigua, algún gran suceso con el cual no nos identificamos como población, un pedazo de historia perdido y fuera de lugar. A mí tampoco me apetece leerlo, por lo que sigo caminando decididamente hacia el local.
No dejo de pensar en la historia, se supone que ellos eran los seres más poderosos del planeta tierra, protectores, dioses. El líder era Lex, un multimillonario que usaba todo su dinero para ayudar a los sectores pobres de la ciudad, pero cuando la situación lo ameritaba se ponía un traje con el que resultaba casi invencible. Circe era una hechicera que mantenía una belleza de juventud eterna. Professor Zoom, él podía correr más rápido que la luz y acababa con los alborotadores antes de que se dieran cuenta. Siniestro era el protector de la galaxia, poseía un anillo con el que podía construir estructuras a voluntad. Merlin era el vigilante callejero que usaba arco y flecha. Hay muchos más, pero ellos son los principales, eran los que hacían cara a los alborotadores, gente que atentaba contra la paz ininterrumpida que hemos disfrutado en la ciudad desde hace mucho tiempo. Ya no los necesitamos, porque la gente se ha vuelto tranquila, más civilizada, sin embargo, lo que veo cada día es algo distinto, en mi escuela escucho a mucha gente que quiere hacer las cosas diferentes, todo ocurre porque ya no creen en los antiguos héroes. Encontraba extraño jamás haber visto alguna protesta en las calles, por la manera en que creaban planes creía que ya habría tenido la oportunidad de apreciar alguno.
Llegué a la entrada de la tienda, desde fuera no parecía un lugar que tuviera alguna actividad humana, a pesar de tener vitrinas, estas estaban pintadas de negro y no poseía ningún letrero que atrajera a la clientela, a veces me preguntaba cómo podía mantener el negocio tapando todo el material, otras veces me preguntaba cómo lo iba a hacer si no. El anciano tenía algunas ideas radicales con respecto a los superhéroes, se pasa el tiempo dibujando historietas acerca de eso, eran otros héroes con otros nombres y otros objetivos. Él decía que la historia fue modificada, que los verdaderos héroes eran aquellos que protagonizaban los cómics y ponía a los personajes de los diarios como los villanos. A veces pensaba que estaba loco, a veces creía que no tanto, pero de cualquier modo seguía yendo a la tienda y seguía comprándole material, no era la única, tenía un par más de clientes habituales y el resto era gente que compra alguno y nunca volvía, pues había personas que lo consideraban un terrorista o peor aún, un alborotador. Yo en realidad no sabía qué creer.
Entré sin tocar la puerta y me encontré con un lugar abarrotado de cajas y cubierto por el polvo, completamente oscuro y con un olor a libros viejos, esa era solo la entrada, sabía exactamente dónde ir. Me dirigí a una puerta que se encontraba al fondo de la habitación. Luego salí a un pasillo y después a una puerta a mi izquierda, ahí me encontré con el viejo dibujando con una luz muy tenue que provenía de una vela y solo lo alumbraba a él. Presioné el interruptor a lo que él reaccionó con un gruñido y se tapó los ojos hasta acostumbrarse a la luminosidad. La habitación olía a pintura y se sentía extrañamente fresca a pesar del tiempo que debía llevar cerrada, creo que alguna vez me contaron sobre un tipo de aire acondicionado para las historietas, ya no lo recuerdo.
-¿Qué tienes?- pregunté, la cortesía quedó atrás hace mucho.
-Eso no importa- respondió con su voz de anciano amargado. Me miró con un brillo en sus ojos, un resplandor que jamás había visto- Algo grande se acerca. Lo sé, he revisado algunos de los tomos antiguos, no tengo una fecha exacta ¡Se aproxima!
-¿Qué se aproxima?
-Un nuevo nacimiento-sopló la vela, se levantó de la silla, tomó las hojas en las que estaba dibujando y las llevó a un estante lleno de otras páginas con dibujos, miré el pizarrón donde colgaba sus diseños, siempre estuvieron allí los mismos dibujos, sin embargo, ahora había algo distinto, habían nuevos rostros que no conocía, uno de un chico con cabello castaño que apenas se distinguía detrás de una capucha de color negra, me recordó a Merlin, uno de los insignes de la liga, algo muy raro estaba pasando. Mis ojos se alejaron de ese dibujo y observé todos los rostros que adornaban el muro. Me detuve en una chica de cabello negro y antifaz rojo, era lo único que se veía, pues la imagen estaba borrosa, me pregunté por qué sería así, casi me dio la impresión de que era…- ¡Tú!
-¿Cómo?- me alejé de la pizarra y miré a la figura jorobada que se encontraba a mi lado.
- Debes decirle a todos, quizá a algunos les dé esperanza, además no sabrán qué hacer, no sabrán cómo utilizar sus poderes y deben acudir a mí- Lo miré un momento mientras intentaba descifrar el mensaje que estaba tratando de entregarme.
-Anciano- suspiré- tal vez sea el momento de que lo dejes por un rato, ya no reconoces la diferencia entre la realidad y la…
-¡No me digas que he perdido la cordura! No me trates como un viejo loco, tengo mucha más claridad que tú, pequeña- Se había colocado rojo de rabia y se dio vuelta para mirar el tablero con los dibujos. En realidad era extraño que me llamara pequeña, ya que soy más alta que él, pero nunca me he quejado de ese nombre, pues siempre me he sentido un poco inferior a su lado, siempre fue un hombre muy sabio… en ese momento me daba pena- ¿Por qué?- Preguntó sin mirarme mientras levantaba una mano para tocar unos bocetos- ¿Por qué leías mis historias si no creías que eran reales?
-Mi interés por tus historietas nunca fue una creencia de si eran ciertas o no, me gustaban mucho más que los héroes de los diarios, los tuyos luchaban por lo que creían justo, no lo hacían por un gobierno, cada uno tenía un poco de rebeldía a su manera, rompían la ley si era necesario para salvar a otra persona… Sentía que lo que hacían era lo correcto…- Miré al viejo tratando de apelar a su lado sensible, lo que yo había dicho había sido realmente sincero.
-Tal vez esperé mucho de ti- tomó la vela y se alejó a otra habitación.
Me fui de la tienda sin dejar de pensar en las palabras del dueño, decía que algo iba a nacer, si lo que dice fuera real… no, no debo pensar en esas cosas, nunca fueron reales, solo alucinaciones.

Era de noche ya cuando me fui caminando, hacía frío y los faros eran los únicos que iluminaban la calle, era una oscuridad callada, muy callada, como si el mundo aguantara la respiración porque sabe que algo va a pasar, miré hacia el abismo de oscuridad que se cernía sobre mí, pude ver un punto blanco que contrastaba con el negro, me quedé quieta un momento sin saber qué era, entonces recordé haber escuchado que hace algunos siglos atrás podían verse otros soles en el cielo, solo que más pequeños y claros, yo nunca había visto uno ¿Significaba algo? Solo sé que luego de ese día jamás volví a ver al viejo.


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