domingo, 7 de agosto de 2016

Liga de la Justicia: Ciudad de Metal. Capítulo 2

Había un punto en el cielo, dentro de la gran oscuridad que absorbía todos los colores era casi insignificante, pero a la vez tan llamativo ¿Cómo los llamaban? Estrellas, eran hermosas, indicaban a los viajeros el camino, servían de ilustración para las grandes historias ¿Cómo es que las perdimos?
¿Dónde estoy? ¿En el espacio? Siento que vuelo hacia el astro brillante, cada vez más cerca, entonces puedo distinguir un color, no es amarillo, tampoco azul… es...
Me despierto por el fastidioso sonido de la alarma y recuerdo la expedición. Hacía tantos días que no me levantaba temprano, ha pasado una semana desde que terminé la escuela y ya me he acostumbrado a despertar tarde ¡Qué barbaridad! Escucho la televisión prendida en la sala de estar ¿Estaba tan retrasada?
Me levanté en pijama y sin hacer ningún ruido caminé hacia la puerta. Al otro lado estaba mi padre comiendo de espaldas a mí. Se volteó e hizo un gesto con la boca, supongo que decía hola.
-¿Pusiste la alarma?- pregunté mientras me sentaba a su lado.
-No, es solo que no he podido dormir, esa… estrella, como quieran llamarle, me ha mantenido despierto- su voz ronca reflejaba la cantidad de sueño que tenía sin rellenar. Tomé una caja de leche y la volteé sobre un vaso.
-Es solo un sol lejano, antes solían vislumbrarse miles desde la tierra, eran…- Me noté a mí misma emocionándome por el asunto- constelaciones- volví a guardar la compostura. Me dediqué a mirar la noticia que se mostraba en el aparato de la esquina, en él mostraban imágenes del punto brillante, tal como se había visto anoche.
-No es solo eso, a veces significaban presagios, en los antiguos libros creían que lo enviaban los dioses para diagnosticar un desastre natural…
-¿Has estado yendo a la biblioteca?- pregunté con el ceño fruncido- ¿Has vuelto a hablar con ese hombre?
-¿Y si es así?
-Sabes que no debes leer esas cosas, están prohibidas por alguna razón.
-¡¿Y por qué maldita razón?!- Gritó golpeando la mesa- Hay algo que no quieren que descubramos y voy a averiguarlo.
-No seas estúpido ¿Tú contra el país?- Levanté el vaso de leche que se había derramado- ¿Qué es lo que quieres averiguar?
-Por qué desaparecieron las estrellas, por qué vuelven a aparecer, por qué suena el oro y qué les pasó a los héroes.
-Ya conoces las respuestas a esas preguntas.
-Pero yo quiero la verdad- la televisión volvía a fallar y un sonido agudo resonó en la habitación. Ambos nos tapamos los oídos con desagrado, el aparato volvió a la normalidad luego de unos segundos.
-¿Por qué te interesan los héroes de repente?- Nunca había mostrado ningún interés por esas historias.
-Encontré las historietas en tu habitación. Lo que contaban era verdad- una luz iluminó su rostro, justo como el viejo lo había hecho el día anterior- Esos son los héroes reales.
-¿Cómo lo sabes?- Pregunté sin hacer caso a la intromisión.
-Es lo mismo que aparece en los libros de la biblioteca- explicó emocionado- Si puedo compararlos con más cuidado podría descubrir lo que en verdad ocurrió.
-Padre- dije suavemente mientras me acercaba a tomarle la mano- ¿De qué sirve? Si te encuentran y te tachan de alborotador. Necesito que te mantengas aquí.
- No van a atraparme- Replicó alejándose y luego volvió a mirar la tele.
De repente se me quitó el hambre y me levanté para ir a vestirme, ya era muy tarde y tenía que llegar puntualmente a la universidad.
La universidad de Nueva Metrópolis era uno de los establecimientos más importantes de la ciudad, era el único centro de investigación y poseía información que no se encontraba en ninguna de las bibliotecas del país, muy poca gente tiene el acceso, por suerte había quedado seleccionada para entrar dado a mis buenas calificaciones. Esta iba a ser la primera vez que ingresaba, había un guía que nos iba a mostrar toda la universidad, así no nos perderíamos ni nos meteríamos a lugares desgraciados.
Era otro día radiante y aún más en la universidad, donde todo es blanco y perfecto. De alguna manera el sol rebotaba tan fuerte en las paredes calcinas que se sentía como si brillara… Sí, era un tesoro nacional.
Nos recibió una bella mujer rubia que usaba un vestido amarillo y taco alto, poseía la típica sonrisa blanca de niña bonita y nos hablaba con una encantadora voz aguda. Así comenzamos el recorrido, solo conocía a una de las personas que se encontraban ahí, un compañero de la escuela con el que nunca había hablado, aunque era apuesto. Nuestras miradas se cruzaron cuando llegué, pero la desvié de inmediato sin saber qué hacer ¿Me habrá reconocido? Pasamos por un largo pasillo lleno de fotografías, entre ellas estaba la del presidente. Se dice que es descendiente directo de Lex Luthor, de ahí el apellido, su nombre es Leonel Luthor. En la escuela solíamos burlarnos de la doble L que al parecer posee toda la familia, pasábamos horas riendo a carcajadas por cuál podría ser la razón. El gobernante era un hombre bajo que poseía una cabellera castaña que le llegaba a los hombros. En su cara se le veían múltiples arrugas que revelaban su avanzada edad.
-Este es el guapísimo presidente Leonel, él se ha encargado, en estos últimos años, de vuestro bienestar y ha contribuido con su dinero a múltiples obras benéficas de Nueva Metrópolis y hasta algunas en la vieja ciudad Gótica- anunció la muchacha con una sonrisa. Los estudiantes aplaudieron- ¿Alguien sabe cómo se llamaba la compañía de su ascendiente heroico?
-LexCorp- dijo el chico de mi escuela mientras levantaba la vista.
-Muy bien, aquí tenemos un aficionado de la historia- abrió los ojos con vigor- ¿Cuántos años tienes?
-18- anunció mi compañero volviendo a bajar la mirada.
-Bueno, no hay mucha diferencia de edad- respondió con una mueca pícara. Me sentí extrañamente ofendida.
-¿Entre usted y el presidente? Pues no, no hay tanta- interrumpí sin pensar en mis palabras. Me quedé congelada mientras los demás se partían en una carcajada.
-Seguiremos con el recorrido- dijo sin molestarse en reprenderme. Yo seguí callada por un largo rato. Llegamos hasta un salón con un techo que se levantaba varios metros por sobre mi cabeza con diseños de hermosas flores y animales. Luego atravesamos un umbral ancho y llegamos a la biblioteca. Nunca vi nada más majestuoso en mi vida, eran toneladas de libros guardados en repisas que llegaban hasta el techo y cuyo ancho cubría toda la sala, no se podía ver el fin de las estanterías, era casi como un laberinto.
-Esta es la Gran Biblioteca de Nueva Metrópolis, posee miles de libros, algunos dicen que millones. Nos enorgullecemos de tener tal cantidad de conocimiento bajo nuestro poder. No debería decirles esto, pero…- bajó la voz mientras colocaba su mano a un lado de su cara como si susurrara solo a nosotros- a veces encontramos libros que tienen secretos prohibidos, como magia negra- El grupo rio- Si me siguen por este lado- dijo alzando el tono- encontrarán las mesas de estudio…
Miré las estanterías mientras caminábamos y por un momento me pareció ver un libro rojo que relucía por sobre los demás, casi como si me llamara. Me detuve, sin embargo, cuando volví a mirar, los muebles altos de la sala habían interrumpido la visión. Volteé la cabeza hacia el grupo y luego, sin pensarlo dos veces, me aventuré a lo desconocido. Primero me dirigí al lugar donde creí que había vislumbrado el objeto, pero por más que mirara hacia arriba no lo encontraba. Me quedé un largo rato caminando alrededor, por suerte nadie prestaba atención, a pesar de que habían algunos estudiosos, estos se preocupaban de sus propios asuntos y apenas desviaban la vista a lo que hacían los demás. Claramente había perdido al grupo y luego de un rato buscando sin éxito caminé hacia el lugar donde los había visto por última vez. Caminé y caminé entre miles y miles de libros, cada vez me convencía más que era una biblioteca infinita hasta que llegué a una puerta grande que no había visto antes. Me aventuré a ella, de cualquier manera no encontraría a la tropa por más que recorriera el recinto. Era otro espacio cubierto de blanco sintético, solo que con el techo más bajo y sin libros, esta habitación tenía estanterías con frascos llenos de líquidos de distintos colores, todos etiquetados con nombres complicados de pronunciar. Seguramente había llegado a algún tipo de laboratorio, la siguiente pregunta era ¿Cómo salir de ahí? No tuve tiempo para más cavilaciones, porque el destello rojo volvió a pasar frente a mis ojos y se escondió detrás de otros estantes. No me quedó otra opción más que seguirlo, corrí por algunas repisas y para mi sorpresa me encontré con una ventana. Estaba lloviendo a cántaros ¿Desde cuándo? Al momento de mí ingreso había estado soleado y despejado ¿Cuánto tiempo había estado perdida?
El cielo rugió por sobre la ciudad, la cual se calló por un momento. Una luz se asomó por entre las nubes oscuras y en un rápido movimiento se deslizó por el trecho que transcurría entre los nubarrones y los edificios, todo ocurrió tan rápido que no tengo una noción muy clara de lo sucedido, solo recuerdo los vidrios que se rompieron en miles de trozos y un dolor que quemaba mi pecho, recuerdo caer hacia atrás y llevarme conmigo hasta el suelo algunos de los frascos. El sonido de los recipientes rompiéndose, un gran dolor en distintas partes del cuerpo, la lluvia que comenzaba a entrar por la abertura donde debía haber cristales, fue lo último que escuché antes de perder la consciencia.

Recuerdo ver al punto blanco en el firmamento, tan definido como había sido aquella noche, de nuevo comencé a acercarme. Cuando estuve más próxima al ente me di cuenta de que no era un astro, estaba desplazándose, viajando. Tampoco era un sol, era mucho más pequeño y estaba muchísimo más cerca de la tierra. Era… un anillo. 


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