domingo, 31 de julio de 2016

Alturas Misteriosas. Capítulo 2: El Bicho del Anillo

El hombre estaba en medio de la estancia, tenía una postura soberbia y observaba la gigantesca ventana con mosaicos de mariposa en la cual se podía ver el oscuro cielo de la noche. Los cristales comenzaron a obtener pigmentación y unos segundos después se reproducía una escena. Se podía ver una muchacha llorando, parecía de unos 16 años y tenía las blancas manos agarradas a un pedazo de papel. El individuo que observaba la imagen en su oscura sala levantó una de sus manos, de la cual salió volando una mariposa teñida de un violeta oscuro.
Toda la habitación se volvió borrosa y de repente se podía ver el exterior. En los tejados de la ciudad era posible observar el cielo estrellado y la brillante luna que iluminaba todos los edificios a la vista. En ese hermoso lugar había una chica igual de bella. Vestía un atuendo pegado al cuerpo y completamente rojo con motas negras que le cubría toda la piel, a excepción de la cara, la cual tenía una máscara que solo tapaba la parte superior de sus rasgos. Su largo cabello estaba sujetado en dos coletas y de él colgaban unas extensas cintas escarlata. Ella reía mientras volaba sobre las azoteas de París, o por lo menos eso parecía. Tenía un yo-yo con el cual se balanceaba cual Spiderman y una habilidad gimnástica excepcional.
El muchacho se despertó de repente. Su corazón palpitaba con fuerza y tenía la respiración agitada. Ese sueño se había sentido demasiado real, demasiado nítido. Se dio vueltas un rato en la cama hasta que comprendió que no podría dormirse. Se levantó y se colocó una bata para no sentir el frío de la noche, pues él dormía solo con un pantalón corto y una camiseta.
Iba a bajar a la cocina a servirse un vaso de leche cuando echó una rápida mirada al objeto que lo había atormentado por horas. Era una caja negra que no parecía tener nada especial. No sabía de dónde provenía, solo había aparecido en su habitación como por arte de magia. Pensó que tal vez sería un regalo de su padre, pero luego cayó en la cuenta de que su predecesor nunca haría algo así. Después pensó en preguntarle a la empleada que manejaba la casa, mas estaba seguro de que ella le habría avisado si alguien hubiera tenido la ocurrencia de darle un regalo, por lo que prácticamente no sabía nada acerca del artefacto. No quiso tocarlo y lo dejó justo donde estaba, pues no tenía ningún tipo de curiosidad con respecto a él.
Repentinamente recordó la imagen de la muchacha con el traje, bailando en mitad de la noche mientras su cabello se agitaba con el intenso viento de las alturas. El recuerdo lo hizo conmocionarse. Desde sus más íntimos deseos comenzó a gritarle una voz, cada vez más fuerte, que abriera la caja. De un momento a otro tenía unas enormes ganas de saber qué contenía el objeto hasta el punto en que la emoción por lo desconocido alcanzó niveles exorbitantes.
Tomó el contenedor y se sentó en un sofá que tenía frente a una gran televisión. Subió la tapa con sus apresurados dedos y se encontró con un artefacto que jamás en su vida hubiera esperado ver allí dentro. Era un anillo negro, que aparte  de una extraña huella gatuna de un verde fosforescente, no tenía nada fuera de lo común. “Perfecto ¿Y ahora qué haré con esto?” pensó mientras lo observaba. Lo tomó y le dio unas vueltas para inspeccionarlo mejor. No parecía que tuviera nada especial. “Podría probármelo” meditó cómicamente y acto seguido se lo colocó en el dedo anular.
El artefacto se iluminó con un aura violeta y la negrura que coloreaba la joya se deslizó como si se tratara de un líquido. Cuando la sustancia estuvo fuera del anillo se movió como si tuviera voluntad propia y se materializó en un pequeño ser, parecido a un gatito negro, y se mantuvo flotando en el aire. Era un poco más pequeño que la mano de un hombre adulto y tenía unos ojos felinos que combinaban con unos vistosos colmillos. Desde su cabeza, sus bigotes y su cola sobresalían unos largos filamentos del mismo color que todo el animal.
Félix se sobresaltó. La criatura bostezó, como si hubiera despertado de un largo sueño, abrió los ojos y miró al muchacho que tenía en frente, el cual se encontraba atónito ante la figura que se alzaba ante él.
-¿Tienes queso?- preguntó el ser con una voz entre chillona y nasal.
El chico aún no podía entender qué ocurría, por lo que se mantuvo inmóvil mientras procesaba la situación.
-Oye ¿Me escuchaste? Pregunté si tienes queso, tengo hambre, debes alimentarme o te comeré.
-¿Qué eres?- atinó a pronunciar el muchacho- ¿Por qué hablas?
-Las explicaciones luego, primero el desayuno.
-¿Dijiste algo sobre comerme?
-Bueno… -abrió la gran boca para bostezar- no era cierto, pero si sigues haciéndote el difícil tal vez lo considere- después de un rato en que Félix permaneció mudo, agregó- Está bien, qué chico más serio. Soy un kwami, yo vivo dentro de ese Miraculous- señaló el anillo con su extraña cola- aparecí porque lo tienes puesto.
-Entonces… si me lo quito… ¿desaparecerás?- frunció el ceño mientras interrogaba.
-Prácticamente… sí- el muchacho hizo el gesto de quitarse el accesorio y el animal gritó- ¡Pero no te lo saques! Deja que te cuente lo que hago y después tendrás que decidir tú mismo…- no esperó respuesta por parte de su interlocutor- Me llamo Plagg y tengo la capacidad de transformarte en un… ¿Cómo le dicen…? ¡Superhéroe! Y así podrás derrotar a algunos villanos que vienen de la mano de Papillon, tu tarea es asegurarte de que la chica haga su trabajo.
-¿La chica?
-Sí… Ladybug, como se llame. Tú solo debes protegerla mientras ella purifica el akuma. Pero no te preocupes, tú también tienes poderes, puedes utilizar el Cataclismo para destruir cualquier co…- se detuvo al darse cuenta de que el chico lo observaba con incredulidad- ¿Qué? ¿Por qué pones esa cara? Es cierto. Solo debes decir “Transfórmame” con ese francés fino que tienes y automáticamente te volverás Chat Noir.
-¿Qué? ¡No lo diré!- exclamó con los brazos cruzados- No quiero ser un… superhéroe. Te equivocaste, no soy ese tipo de persona.
-¿En serio?- Plagg miró alrededor- ¿Te gusta estar aquí encerrado? ¡Qué chico más extraño! A todo esto ¿Cuál es tu nombre? ¿Mister aburrido?
-Félix- se le estaba colmando la paciencia- Y no es que me guste estar encerrado, es que no puedo salir. Mi padre… me lo prohíbe.
-¡Es por eso que tienes que usarme! Podrás saltar de esta ventana con facilidad. Y de paso… encontrar el objeto con el akuma. Claro, después de alimentarme.
El rubio se quedó un momento pensativo, luego bajó la vista y pensó en la propuesta. Era cierto que detestaba estar rodeado por cuatro paredes todo el tiempo, pero el hecho de burlar la seguridad de su padre… En fin, el señor Agreste tampoco se molestaba en visitarlo como para que él estuviera acatando cada orden que le hacía.
-Entonces- dio un largo suspiro- ¿Solo debo decir… transfórmame?
El pequeño ser se vio absorbido por el anillo y realizó el mismo espectáculo que la vez anterior, solo que esta vez al reverso. La joya obtuvo las manchas de huella de gato verdes y su color original, mas esta vez se extendió hasta cubrir toda la mano del muchacho con la sustancia y luego se propagó a través de los brazos a todo el cuerpo. Cuando el muchacho se miró al espejo se encontró irreconocible, su cabello rubio estaba mucho más largo y salvaje, tenía un traje completamente negro, unas garras en la punta de sus dedos, un cascabel colgando del cuello, un antifaz oscuro y unas orejas gatunas de esta misma tonalidad.
Tragó saliva, tenía un maldito disfraz de gatúbela. Su primer pensamiento fue de quitárselo, pero ¿cómo? No se lo había preguntado al condenado elfo mágico. “Aunque… me veo sexy” meditó, luego sacudió su cabeza avergonzado “¿Qué me pasa? ¿El bicho se introdujo en mi mente?” Miró la ventana y se dio cuenta de las increíbles ganas que tenía de salir. Batalló consigo mismo por unos segundos. Entonces sonrió.

La brisa nocturna abrazaba las pieles del gatito, quien saltaba y corría con el corazón acelerado de la emoción. Las estrellas que resplandecían en lo alto solo lo hacían sentirse más vivo, pues era un animal vespertino, ya no era un humano. Estaba fuera de la mansión, estaba donde no tenía que estar, era libre, libre al fin. Se echó a reír mientras saltaba y corría entre los edificios, la ciudad le estaba dando la bienvenida vaciando las calles de transeúntes y despejándole las cornisas.
No tenía ningún plan en mente, solo quería introducirse en el firmamento nocturno, quería abrazar la gélida oscuridad y escuchar como rugía la desconocida autonomía. Cuando cerraba los ojos podía sentir cómo sus manos tocaban las estrellas y sus pies flotaban en nubes, llevándolo a cualquier lugar que deseara. Aunque en momentos lo abrumó el pensamientos de la chica, de Ladybug. Apresuraba el paso con la única intención de revisar todas las ciudades de Francia en su búsqueda, sin embargo, no fue necesario recorrer tantos kilómetros. Su vestimenta carmesí resaltaba contra la plateada noche, por lo que la pudo ver desde lejos. La muchacha bailaba esa pieza con tanta destreza que sentía que lo invitaba a pasar la velada con solo dar unos cuantos pasos. Su corazón exasperado lo hizo comenzar el trote en su dirección, tenía que alcanzarla lo antes posible.
En su trayecto alguna brisa debió haber pasado a través de su cuerpo, algún reflejo del cascabel debió haberse desviado, algo debió haberla hecho sentir su presencia, porque pudo disfrutar la escena de ella volteándose para mirarlo y Félix no pudo evitar sentir cómo su pecho se estremecía al sentir sus ojos clavados en él. Al llegar a su lado sus piernas se sentían débiles, pero ella no pareció notarlo.
-¿Qué tal?- Saludó el felino con una sonrisa pícara.
-¿Quién eres?- Ladybug frunció el ceño.
-Me llamo Chat Noir, my ladie- Se inclinó para besarle la mano, mas ella la lo alejó en un gesto de rechazo.
-Eres muy amable- se sonrojó la chica- pero aún no tengo claro de dónde vienes.
-Bueno…- miró su anillo y luego se dirigió a ella con un tono sugerente- Acabo de obtener mis poderes, me parece ser que tenemos que trabajar juntos, pues me imagino que eres Ladybug- le guiñó un ojo, ella abrió los suyos sorprendida- Tengo entendido que deberíamos combatir a los malos juntos.
-¿A los malos?
-Evidentemente. Tienes un Miraculous ¿no es así?- se rascó la cabeza- El kwami que vivía dentro debió haberte explicado acerca de los akumas- la muchacha sonrió avergonzada.
-Bueno… -miró el suelo con un rubor en las mejillas mientras se agarraba un codo con la mano- Digamos que no lo dejé hablar mucho- alzó la vista con una sonrisa- pero… si tú sabes mi nombre, probablemente sepas más acerca de…

No pudo terminar la frase cuando un dragón gigante pasó volando por sobre sus cabezas.



Fin! okno... recuerden dejar un comentario acerca de qué les parece hasta ahora la historia n.n Me despido!

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