El hombre
estaba en medio de la estancia, tenía una postura soberbia y observaba la
gigantesca ventana con mosaicos de mariposa en la cual se podía ver el oscuro
cielo de la noche. Los cristales comenzaron a obtener pigmentación y unos
segundos después se reproducía una escena. Se podía ver una muchacha llorando,
parecía de unos 16 años y tenía las blancas manos agarradas a un pedazo de
papel. El individuo que observaba la imagen en su oscura sala levantó una de
sus manos, de la cual salió volando una mariposa teñida de un violeta oscuro.
Toda la
habitación se volvió borrosa y de repente se podía ver el exterior. En los
tejados de la ciudad era posible observar el cielo estrellado y la brillante
luna que iluminaba todos los edificios a la vista. En ese hermoso lugar había
una chica igual de bella. Vestía un atuendo pegado al cuerpo y completamente
rojo con motas negras que le cubría toda la piel, a excepción de la cara, la
cual tenía una máscara que solo tapaba la parte superior de sus rasgos. Su
largo cabello estaba sujetado en dos coletas y de él colgaban unas extensas
cintas escarlata. Ella reía mientras volaba sobre las azoteas de París, o por
lo menos eso parecía. Tenía un yo-yo con el cual se balanceaba cual Spiderman y
una habilidad gimnástica excepcional.
El muchacho
se despertó de repente. Su corazón palpitaba con fuerza y tenía la respiración
agitada. Ese sueño se había sentido demasiado real, demasiado nítido. Se dio
vueltas un rato en la cama hasta que comprendió que no podría dormirse. Se
levantó y se colocó una bata para no sentir el frío de la noche, pues él dormía
solo con un pantalón corto y una camiseta.
Iba a bajar
a la cocina a servirse un vaso de leche cuando echó una rápida mirada al objeto
que lo había atormentado por horas. Era una caja negra que no parecía tener
nada especial. No sabía de dónde provenía, solo había aparecido en su
habitación como por arte de magia. Pensó que tal vez sería un regalo de su
padre, pero luego cayó en la cuenta de que su predecesor nunca haría algo así.
Después pensó en preguntarle a la empleada que manejaba la casa, mas estaba
seguro de que ella le habría avisado si alguien hubiera tenido la ocurrencia de
darle un regalo, por lo que prácticamente no sabía nada acerca del artefacto.
No quiso tocarlo y lo dejó justo donde estaba, pues no tenía ningún tipo de
curiosidad con respecto a él.
Repentinamente
recordó la imagen de la muchacha con el traje, bailando en mitad de la noche
mientras su cabello se agitaba con el intenso viento de las alturas. El
recuerdo lo hizo conmocionarse. Desde sus más íntimos deseos comenzó a gritarle
una voz, cada vez más fuerte, que abriera la caja. De un momento a otro tenía unas
enormes ganas de saber qué contenía el objeto hasta el punto en que la emoción
por lo desconocido alcanzó niveles exorbitantes.
Tomó el
contenedor y se sentó en un sofá que tenía frente a una gran televisión. Subió
la tapa con sus apresurados dedos y se encontró con un artefacto que jamás en
su vida hubiera esperado ver allí dentro. Era un anillo negro, que aparte de una extraña huella gatuna de un verde
fosforescente, no tenía nada fuera de lo común. “Perfecto ¿Y ahora qué haré con
esto?” pensó mientras lo observaba. Lo tomó y le dio unas vueltas para
inspeccionarlo mejor. No parecía que tuviera nada especial. “Podría probármelo”
meditó cómicamente y acto seguido se lo colocó en el dedo anular.
El
artefacto se iluminó con un aura violeta y la negrura que coloreaba la joya se
deslizó como si se tratara de un líquido. Cuando la sustancia estuvo fuera del
anillo se movió como si tuviera voluntad propia y se materializó en un pequeño
ser, parecido a un gatito negro, y se mantuvo flotando en el aire. Era un poco
más pequeño que la mano de un hombre adulto y tenía unos ojos felinos que
combinaban con unos vistosos colmillos. Desde su cabeza, sus bigotes y su cola
sobresalían unos largos filamentos del mismo color que todo el animal.
Félix se
sobresaltó. La criatura bostezó, como si hubiera despertado de un largo sueño,
abrió los ojos y miró al muchacho que tenía en frente, el cual se encontraba atónito
ante la figura que se alzaba ante él.
-¿Tienes
queso?- preguntó el ser con una voz entre chillona y nasal.
El chico
aún no podía entender qué ocurría, por lo que se mantuvo inmóvil mientras procesaba
la situación.
-Oye ¿Me
escuchaste? Pregunté si tienes queso, tengo hambre, debes alimentarme o te
comeré.
-¿Qué
eres?- atinó a pronunciar el muchacho- ¿Por qué hablas?
-Las
explicaciones luego, primero el desayuno.
-¿Dijiste
algo sobre comerme?
-Bueno…
-abrió la gran boca para bostezar- no era cierto, pero si sigues haciéndote el
difícil tal vez lo considere- después de un rato en que Félix permaneció mudo,
agregó- Está bien, qué chico más serio. Soy un kwami, yo vivo dentro de ese
Miraculous- señaló el anillo con su extraña cola- aparecí porque lo tienes
puesto.
-Entonces…
si me lo quito… ¿desaparecerás?- frunció el ceño mientras interrogaba.
-Prácticamente…
sí- el muchacho hizo el gesto de quitarse el accesorio y el animal gritó- ¡Pero
no te lo saques! Deja que te cuente lo que hago y después tendrás que decidir
tú mismo…- no esperó respuesta por parte de su interlocutor- Me llamo Plagg y
tengo la capacidad de transformarte en un… ¿Cómo le dicen…? ¡Superhéroe! Y así
podrás derrotar a algunos villanos que vienen de la mano de Papillon, tu tarea
es asegurarte de que la chica haga su trabajo.
-¿La chica?
-Sí…
Ladybug, como se llame. Tú solo debes protegerla mientras ella purifica el
akuma. Pero no te preocupes, tú también tienes poderes, puedes utilizar el Cataclismo para destruir cualquier co…-
se detuvo al darse cuenta de que el chico lo observaba con incredulidad- ¿Qué?
¿Por qué pones esa cara? Es cierto. Solo debes decir “Transfórmame” con ese
francés fino que tienes y automáticamente te volverás Chat Noir.
-¿Qué? ¡No
lo diré!- exclamó con los brazos cruzados- No quiero ser un… superhéroe. Te
equivocaste, no soy ese tipo de persona.
-¿En serio?-
Plagg miró alrededor- ¿Te gusta estar aquí encerrado? ¡Qué chico más extraño! A
todo esto ¿Cuál es tu nombre? ¿Mister aburrido?
-Félix- se
le estaba colmando la paciencia- Y no es que me guste estar encerrado, es que
no puedo salir. Mi padre… me lo prohíbe.
-¡Es por
eso que tienes que usarme! Podrás saltar de esta ventana con facilidad. Y de
paso… encontrar el objeto con el akuma. Claro, después de alimentarme.
El rubio se
quedó un momento pensativo, luego bajó la vista y pensó en la propuesta. Era
cierto que detestaba estar rodeado por cuatro paredes todo el tiempo, pero el
hecho de burlar la seguridad de su padre… En fin, el señor Agreste tampoco se
molestaba en visitarlo como para que él estuviera acatando cada orden que le
hacía.
-Entonces-
dio un largo suspiro- ¿Solo debo decir… transfórmame?
El pequeño
ser se vio absorbido por el anillo y realizó el mismo espectáculo que la vez
anterior, solo que esta vez al reverso. La joya obtuvo las manchas de huella de
gato verdes y su color original, mas esta vez se extendió hasta cubrir toda la
mano del muchacho con la sustancia y luego se propagó a través de los brazos a
todo el cuerpo. Cuando el muchacho se miró al espejo se encontró irreconocible,
su cabello rubio estaba mucho más largo y salvaje, tenía un traje completamente
negro, unas garras en la punta de sus dedos, un cascabel colgando del cuello,
un antifaz oscuro y unas orejas gatunas de esta misma tonalidad.
Tragó
saliva, tenía un maldito disfraz de gatúbela. Su primer pensamiento fue de
quitárselo, pero ¿cómo? No se lo había preguntado al condenado elfo mágico.
“Aunque… me veo sexy” meditó, luego sacudió su cabeza avergonzado “¿Qué me
pasa? ¿El bicho se introdujo en mi mente?” Miró la ventana y se dio cuenta de
las increíbles ganas que tenía de salir. Batalló consigo mismo por unos
segundos. Entonces sonrió.
La brisa
nocturna abrazaba las pieles del gatito, quien saltaba y corría con el corazón
acelerado de la emoción. Las estrellas que resplandecían en lo alto solo lo
hacían sentirse más vivo, pues era un animal vespertino, ya no era un humano.
Estaba fuera de la mansión, estaba donde no tenía que estar, era libre, libre
al fin. Se echó a reír mientras saltaba y corría entre los edificios, la ciudad
le estaba dando la bienvenida vaciando las calles de transeúntes y despejándole
las cornisas.
No tenía
ningún plan en mente, solo quería introducirse en el firmamento nocturno,
quería abrazar la gélida oscuridad y escuchar como rugía la desconocida
autonomía. Cuando cerraba los ojos podía sentir cómo sus manos tocaban las
estrellas y sus pies flotaban en nubes, llevándolo a cualquier lugar que
deseara. Aunque en momentos lo abrumó el pensamientos de la chica, de Ladybug.
Apresuraba el paso con la única intención de revisar todas las ciudades de
Francia en su búsqueda, sin embargo, no fue necesario recorrer tantos
kilómetros. Su vestimenta carmesí resaltaba contra la plateada noche, por lo
que la pudo ver desde lejos. La muchacha bailaba esa pieza con tanta destreza
que sentía que lo invitaba a pasar la velada con solo dar unos cuantos pasos.
Su corazón exasperado lo hizo comenzar el trote en su dirección, tenía que
alcanzarla lo antes posible.
En su
trayecto alguna brisa debió haber pasado a través de su cuerpo, algún reflejo
del cascabel debió haberse desviado, algo debió haberla hecho sentir su
presencia, porque pudo disfrutar la escena de ella volteándose para mirarlo y
Félix no pudo evitar sentir cómo su pecho se estremecía al sentir sus ojos
clavados en él. Al llegar a su lado sus piernas se sentían débiles, pero ella
no pareció notarlo.
-¿Qué tal?-
Saludó el felino con una sonrisa pícara.
-¿Quién
eres?- Ladybug frunció el ceño.
-Me llamo
Chat Noir, my ladie- Se inclinó para besarle la mano, mas ella la lo alejó en
un gesto de rechazo.
-Eres muy
amable- se sonrojó la chica- pero aún no tengo claro de dónde vienes.
-Bueno…- miró
su anillo y luego se dirigió a ella con un tono sugerente- Acabo de obtener mis
poderes, me parece ser que tenemos que trabajar juntos, pues me imagino que
eres Ladybug- le guiñó un ojo, ella abrió los suyos sorprendida- Tengo
entendido que deberíamos combatir a los malos juntos.
-¿A los
malos?
-Evidentemente.
Tienes un Miraculous ¿no es así?- se rascó la cabeza- El kwami que vivía dentro
debió haberte explicado acerca de los akumas- la muchacha sonrió avergonzada.
-Bueno…
-miró el suelo con un rubor en las mejillas mientras se agarraba un codo con la
mano- Digamos que no lo dejé hablar mucho- alzó la vista con una sonrisa- pero…
si tú sabes mi nombre, probablemente sepas más acerca de…
No pudo
terminar la frase cuando un dragón gigante pasó volando por sobre sus cabezas.
Fin! okno... recuerden dejar un comentario acerca de qué les parece hasta ahora la historia n.n Me despido!